La tenebrosa ciudad de las sombras está llena de hechicería. Brujos, magos, alquimistas, bardos lunares, sacerdotes rojos, alquimistas oscuros, nigromantes, aeromantes, piromantes, magos de sangre, torturadores, inquisidores, envenenadores, esposas de dioses, caminantes nocturnos, cambiadores de forma, adoradores de la Cabra Negra, del Niño Pálido y del León de la Noche, todos son bienvenidos en Asshai de la Sombra, donde nada está prohibido.
Aquí son libres de practicar sus hechizos sin restricción ni censura.
Pueden llevar a cabo sus ritos obscenos, y fornicar con demonios si es ese su deseo.
Los más siniestros de todos los hechiceros de Asshai son los portadores de sombras, cuyas máscaras laqueadas esconden sus rostros de los ojos de hombres y dioses. Sólo ellos se atreven a navegar río arriba, pasando las murallas de Asshai, hacia el corazón de la oscuridad.

La ciudad de las sombras
En su trayecto desde las Montañas del Amanecer hasta el mar, el ceniza discurre a través de una estrecha hendidura en las montañas, entre acantilados tan empinados y estrechos que dejan al río en la sombra perpetua, exceptuando los pocos momentos al mediodía cuando el sol alcanza su cénit.
Las cuevas que salpican los acantilados sirven de guarida para demonios, dragones y cosas aún peores.
Mientras más se aleje uno de la ciudad, más horribles y retorcidas se vuelven estas criaturas… hasta que al final uno se encuentra ante las puertas de Stygai, la ciudad cadáver en el corazón de la Sombra, donde incluso los portadores de sombras temen entrar. O al menos eso nos dicen las historias.
¿Existe algo de verdad en estas lúgubres fabulas traídas desde el otro extremo del mundo por los bardos, navegantes y entusiastas de la hechicería?
¿Quién puede decirlo? Lomas Paso largo nunca llegó a ver Asshai de la Sombra. Ni siquiera la Serpiente Marina llegó a navegar tan lejos. Aquellos que lo hicieron no regresaron para contarnos sus historias.
Hasta que lo hagan, Asshai, las Tierras Sombrías y cualquier otra tierra o mar que se encuentre aún más lejos, seguirán siendo un libro cerrado para hombres sabios y reyespor igual. Siempre hay más que conocer, más que ver, más que aprender.
El mundo es un lugar vasto y maravillosamente extraño, y existen más cosas bajo las estrellas de lasque los Archimaestres de la ciudadela puedan llegar a soñar.
Ilustración:Enrique Murguía Alfaro.
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