La gente gritaba enardecida en la plaza del pueblo. Seguía a ese maldito animal mitad bestia mitad humano, que la había asolado a lo largo de mucho tiempo. A él se le atribuían muchas muertes de infinidad de jóvenes que habían perecido de manera horrible, destrozados de las entrañas y comidas vivas por dentro. A la última de sus víctimas se la había encontrado con el engendro encima… y fue así como empezó la cacería de este maldito ente al que habían cercado con antorchas, rifles, palos y piedras. Llegaron hasta la casona en ruinas de doña Carmen, donde vieron que entró el engendro.
Rápidamente echaron abajo el portón de madera y entraron en la casa que en el pasado había sido un palacio y que ahora estaba en ruinas. Sus cuartos abandonados, tetricos, y lúgubres solo mostraban desolación.
La gente siguió al engendro hasta el sótano de la casona convertido en una mazmorra dónde estaba la guarida del monstruo. No sé sabía hasta ese momento que doña Carmen lo había encubierto a lo largo de todo este tiempo, pero la gente, furiosa, no quería investigar nada al respecto pues por el momento solo tenía sed de venganza, y al tener al engendro acorralado le hicieron frente.
Él, enfurecido, gruñía y atacaba con odio y ferocidad sobrenatural.
Nadie se atrevía a acercarsele más de la cuenta, y al disponerse el engendro a atacarlos con toda su ira se oyó un disparo que, certero dió en un hombro, lo que provocó aún más su furia y como un felino salvaje arremetió contra uno de sus agresores al que rápidamente destrozó. Le cortó un brazo con un simple zarpazo y lo mato con sus fuertes fauces.
Inmediatamente se oyeron infinidad de disparos y golpes propinados por la turba, pero la bestia no sucumbió sin antes haber matado a otro de sus verdugos.
Al terminar la bacanal de sangre el engendro yacía casi sin vida en el oscuro sótano, la gente lo maldecía y así terminaron los días de inseguridad y miedo entre los moradores de Cuicatlan Oaxaca. Registraron la casa en busca de doña Carmen… y la encontraron destrozada al igual que las demás víctimas. Al parecer ella se hacía cargo del engendro, pero según parecía había perdido el control sobre este, pero lo que no sé sabía era de dónde salió ese demonio, considerado así por lo terrible de sus actos.
Y entonces una partera retirada que había servido a esa familia hacía 20 años rompió el silencio y conto una historia que nadie se habría imaginado:
“A mediados del siglo XIX, a la llegada de los migrantes españoles a Cuicatlan, se fueron múltiples matrimonios entre nativas y españoles, como fue el caso de doña Carmen Matus, esposa de un importante español.
El matrimonio solo tuvo una hija que fue la dicha del padre y el más preciado tesoro de la madre.
Pero tras una larga enfermedad el señor Matus murió no sin antes dejar a sus dos amores en una condición económica inmejorable. Carmen se dedicó en cuerpo y alma al cuidado de su hija Acacia, a quien no dejaba de cumplirle hasta el más caro de sus deseos, pero en esa época las reglas sociales pesaban más que otra cosa, y el que un simple tendero pretendiera a su Acacia no le pareció en lo más mínimo a doña Carmen.
En un principio solo se limitaba a evitar algún encuentro entre los enamorados que para entonces ya no podían vivir el uno sin el otro. Los intentos de Carmen por separar a su hija de quién consideraba un don nadie eran en vano e incluso trato de echar mano de sus amistades y conseguir entre ellas un buen partido para la muchacha… pero nada surtía efecto.
“Un mal tiempo provocado por la llegada de un huracán a costas oaxaqueñas coincidió con la ida del tendero a la capital del estado para adquirir víveres, y aunque el tiempo empeoraba la necesidad era mucha, así que el se arriesgo a pasar por el temporal. Pasaron los días y no se supo de el, mientras al pueblo llegó el aviso de que el huracán se había llevado a mucha gente y que no se habían recuperado todos los cuerpos.
Doña Carmen respiraba al fin tranquila pero Acacia no podía aceptar que su amor no regresaría.
Pasadas algunas semanas Acacia pidió hablar con su madre ante quien reconoció la perdida de su enamorado y a cambio le pidió que aceptara la llegada de un hijo del tendero. Doña Carmen actuó enfurecida, se puso como loca y grito a su hija que jamás aceptaría la llegada de ese bastardo a su casa.
Inmediatamente indagó como podía deshacerse del problema, consulto con algunos doctores de sospecha ética pero todos coincidieron en que por lo avanzado del embarazo no se podía intentar nada sin un alto riesgo.
“La desesperación la hizo llegar está la bruja Casilda, conocida por mala y por su falta de escrúpulos. A doña Carmen no le importaba el como, solo deseaba deshacerse de ese niño a como diera lugar. La bruja dió a la señora un brebaje hecho con hierbas desconocidas que debía darle a la muchacha todos los días hasta que perdiera a la criatura. Doña Carmen lo hizo al pie de la letra, pero no surtía efecto. Así pues volvió dónde la bruja y le dijo que no le iba a pagar nada, que era una charlatana y que sus porquerías no servían para nada. Casilda se limito a decirle que se trataría sus palabras y que se acordaría de ella por el resto de su vida, la mujer se resigno a la llegada del niño, pero a deshacerse de él.
“Con el paso del embarazo odiaba más y más al fruto de aquel amor hasta que llegó el momento del alumbramiento, para el que dispuso que lo atendiera una partera. Doña Carmen seguía de cerca todo lo que pasaba afuera de la habitación de Acacia, y solo esperaba el momento oportuno para sacar a ese niño de su casa.
Un terrible grito de horror de la partera hizo que la señora entrara rápidamente a la habitación…
Y se encontró con un cuadro aterrador su hija yacía muerta con un rictus de dolor. Pero todavía faltaba lo peor; el niño, todo deforme con unos cuernos saliendo de su cabeza, gemía como un animal y estaba cubierto con la sangre de su madre a quien había destrozado por dentro.
“Fue así como doña Carmen decidió encerrarse en la casona junto con el engendro por más de 20 años, tiempo en el cual la bestia maldita vivió alimentándose de las entrañas de sus víctimas.”
Los moradores de Cuicatlan supieron así que ese engendro era el nieto de doña Carmen y que ella pago su maldad sufriendo el lado de un monstruo creado por el odio y las males artes de una bruja. Sobre la anciana pesaron los remordimientos durante toda su vida, mientras la bestia cobraba nuevas víctimas… hasta que el valor de la gente acabo con ella.
Créditos a su autor.
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