El extraño caso de la nieta guapa

El extraño caso de la nieta guapa

By | enero 28, 2023

El caso de la nieta guapa – Mick era un muchacho de catorce años, que vivía en una pequeña ciudad británica y sentía verdadera devoción por las historias de misterio. Aquella mañana, durante el recreo, estaba sentado solo en un banco del patio, leyendo a Agatha Christie.

Acostumbrado a que sus compañeros (y especialmente las chicas) lo ignoraran mientras permanecía sumido en la lectura, casi se asustó cuando una voz femenina le dijo:

-¿Te gusta Agatha Christie? A mí también.

El susto de Mick se convirtió en alegría cuando vio que quien había interrumpido su lectura era Carla, una chica recién llegada al colegio. Era al menos tan guapa como Nell Anderson y Sarah Collins,los amores platónicos del muchacho (en realidad, había otra chica, pero a esta él prefería recordarla como un sueño).

Los padres de Carla, ambos estadounidenses, se habían establecido en Japón por razones laborales y, pensando que sus hijos no podrían adaptarse a un país tan lejano, los habían enviado a Inglaterra para que vivieran con sus tíos (el único familiar que les quedaba en los Estados Unidos no podía ocuparse de ellos, por ser un hombre de vida bastante azarosa).

Mick, ansioso por entablar conversación, dijo lo primero que se le vino a la cabeza:

-No me extraña que te gusten las novelas de misterio, siendo nieta del famoso detective de lo paranormal, John Martins.

Ella puso mala cara al oír eso.

-¿Cómo lo sabes? Se supone que es un secreto.

-Bueno, la verdad es que he estado investigando.

-Pero aun así es imposible que lo descubrieras tú solo. ¿Quién te lo ha dicho?

-Gracias a Internet conozco a Nanoc, un hacker americano… Tiene quince años, pero es muy listo. Puede descubrir cualquier cosa que esté en la Red, incluso en la Deep Web, y me pasa la información que me interesa.

-Si ese tío es tan listo, supongo que no lo hará gratis.

-A cambio le envío fotos de mi hermana en bikini. Es muy guapa, aunque algo estúpida.

-¡Eres un bestia! ¿Y si ese hacker es en realidad un pervertido de cuarenta años?

Mick ya no sabía cómo salir airoso de semejante interrogatorio, pero entonces llegó el conserje para decirle a Carla que alguien de su familia quería hablar con ella. La muchacha, extrañada, se fue sin despedirse de Mick, quien, olvidándose de

Agatha Christie, decidió seguirla discretamente, a ver si aún podía arreglar el desencuentro.

Cuando Carla llegó al vestíbulo del colegio, se puso muy contenta al ver que allí la esperaba un apuesto caballero de pelo cano, con el cual se fundió en un cálido abrazo.

-¡Abuelo! ¿Cómo estás aquí? ¡Los tíos no me habían dicho que venías!

El agente John Martins respondió, sin dejar de abrazar a su nieta:

-Ni siquiera he tenido tiempo de hablar con ellos, pues prácticamente acabo de llegar a Inglaterra. Tenía muchas ganas de verte y además necesito tu ayuda. ¿Quieres echarme una mano?

-¡Por supuesto, abuelito!

-¡Genial! En breves te contaré los detalles. Pero lo haré en el coche, donde nadie nos oiga. Ya he hablado con los profesores para que hoy puedas saltarte las últimas clases.

Así pues, Mick no pudo seguir el resto de la conversación y aquel día, cuando terminaron las clases, volvió a su casa sumergido en un mar de dudas. Cuando acabó de comer se encerró en su cuarto, activó su ordenador y le envió un mensaje a Nanoc, en quien seguía confiando pese a las sospechas de Carla.

Aquella noche el agente Martins y Carla entraron en las ruinas de un monasterio, situado cerca de la ciudad y abandonado desde la época de los Tudor. Según una vieja leyenda, en los pasadizos subterráneos que discurrían bajo la cripta acechaba un vampiro. Martins, según sus propias palabras, creía en la leyenda y quería acabar con el monstruo.

Para capturarlo le tendería una trampa en la cripta, usando a su nieta como cebo. Carla estaba tranquila, pues llevaba un amuleto de plata que la protegería del vampiro. Pero ignoraba que allí la acechaba otro peligro muy distinto

Mientras tanto, Mick se mordía las uñas en su cuarto. Le había preguntado a Nanoc por qué estaba Martins en Inglaterra, pero, tras bucear en los datos secretos del FBI, el hacker le había respondido que en aquellos momentos el abuelo de Carla seguía en América. Así pues, Mick estaba seguro de que la muchacha había sido secuestrada por un doble de su abuelo.

Pero eso era algo inverosímil y no tenía otra prueba que el testimonio de un delincuente informático, por lo que sería inútil decírselo a la policía. La verdad no tardaría mucho en salir a la luz, pero para entonces ya sería demasiado tarde.

Sumido en la desesperación, Mick se puso a llorar de impotencia. Pero entonces oyó a su lado una voz dulce y melancólica, que meses antes había decidido relegar al mundo de los sueños, pese a que aún permanecía grabada en lo más profundo de su alma.

-Mick, tienes un gran corazón. Por eso jamás podremos estar juntos.

Él levantó sus ojos enrojecidos por las lágrimas y la vio de pie en medio de su cuarto, tal como la había soñado muchas veces. Diana, la niña demonio que atormentaba sus noches con fantasías de amor imposible, estaba allí, hermosa y triste como un ángel hecho de lágrimas. Mick le preguntó con voz trémula:

-Diana, ¿de verdad eres tú? ¿Eres real o un sueño?

-Tu realidad es un sueño, Mick. Pero tu deseo de salvarla es verdadero.

-Casi no la conozco, ni siquiera le caigo bien… ¡Pero da igual, no puedo permitir que le hagan daño! Te daré lo que quieras si me ayudas. Incluso mi alma, si es necesario.

-No, Mick, en mi mundo no hay sitio para almas como la tuya. No puedo llevarme toda tu alma, pero sí lo más precioso que guardas en ella. ¿Aceptas el trato?

Mick asintió.

El muchacho nunca supo cómo pasó de estar en su cuarto a hallarse en el oscuro vestíbulo del monasterio, pero recordaba qué debía hacer. Usando su móvil como linterna y siguiendo unas huellas marcadas en el polvo, bajó a la cripta, donde encontró a Carla tumbada boca arriba sobre un sarcófago de piedra. Estaba inmóvil y pálida como una muerta, a causa de las drogas que le habían suministrado. Aún respiraba, pero podía morir en cualquier momento si no recibía atención médica urgente.

El falso agente Martins era en realidad un peligroso asesino llamado Michael Nessler, gran experto en disfraces y hermano del célebre criminal Klaus Nessler, ya fallecido. Michael llevaba varios años espiando a la familia del verdadero Martins, con la intención de vengar viejas afrentas.

Tras seleccionar a Carla como objetivo especialmente vulnerable, la había llevado allí para violarla mientras agonizaba. Luego le enviaría al agente Martins un vídeo donde podría verse “a sí mismo” forzando a su querida nieta. Pero se asustó al oír que alguien bajaba a la cripta, pues no podía imaginarse que un simple muchacho osara entrar de noche en un lugar tan siniestro.

Pensando que se trataba de la policía, huyó por un pasadizo, esperando encontrar alguna salida que lo llevara al exterior. Pero antes encontró al vampiro de las leyendas, que resultó ser más real de lo que había imaginado el escéptico Nessler. Este, al contrario que Carla, no llevaba ningún amuleto de plata, así que nunca más se volvió a saber de él.

Días después, Mick obtuvo permiso para visitar a Carla en el hospital, adonde fue con un ramo de rosas y una novela de Hércules Poirot envuelta en papel de regalo. Aunque ella aún estaba convaleciente, recibió a su salvador con tanta alegría como gratitud. Solo se entristeció cuando le dijo:

-Tras recibir el alta, mi hermano y yo hemos pensado en iremos a Japón con mis padres a fines de este año . Nessler no era el único enemigo de mi abuelo y él piensa que aquí no estamos seguros. ¡Lo siento mucho, Mick!

-Yo también. Pero bueno, Internet no solo sirve para enviarles fotos de chicas en bikini a hackers pervertidos, ¿no crees?

Carla, nuevamente alegre, sonrió y le dijo:

-¡Desde luego! Pero aún no me has dicho cómo supiste dónde estaba.

-Pues… ¡la verdad es que no puedo recordarlo!

Y era cierto. Para salvar a Carla Mick había dado lo más precioso que había en su alma: el recuerdo de Diana.

 

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