Infante – Desde el momento en que apagué la luz, sentí una extraña presencia, una mirada clavada fijamente en mis ojos, una sensación incómoda. Cuando me acosté pude ver de dónde provenía, su silueta negra en el fondo de la habitación lo delataba, era un niño el que me observaba en la oscuridad de mi morada.
No tenía cerca mi teléfono, ni tampoco una linterna para alumbrar. Entré en pánico cuando noté que comenzaba a acercarse, yo quería levantarme y salir corriendo, pero debajo de la cama dos manos gigantes me sujetaron, quedé completamente inmóvil.
Infante
Ya estando a mi lado el niño empezó a reír
Estaba tan cerca que me llegaba su fétido olor a carne muerta.
Con una mórbida sonrisa, el infante puso un dedo en su corazón, fue bajando lentamente, hasta llegar a su estómago, enterró sus uñas en sí mismo, atravesando su carne, y en un solo movimiento se abrió en dos, sus tripas, órganos y sangre cayeron en mi cuerpo, aquel demonio se deleitaba viendo mi cara de horror y frustración al no poder hacer nada, y con el estómago abierto se tiró encima de mí.
El pequeño cuerpo del niño empezó a calentarse
Lo hacía tanto que se podía ver el vapor en el aire, tanto que mi piel se quemaba solo al entrar en contacto con la suya. Lo peor era ver cómo de su rostro burbujas de piel se inflaban para luego reventar salpicando sangre por todos lados, al mismo tiempo que su cuerpo se derretía como una vela.
Sus carcajadas rebotaban entre cada pared de mi cuarto, “voy a morir aquí”, pensé varias veces, hasta que la luz se encendió y la criatura desapareció en menos de un instante…
Tuve suerte aquella noche que mi madre escuchó los gritos. Sin embargo, jamás pude volver a dormir con la luz apagada, le tengo miedo a lo que se esconde en la oscuridad.
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